Acabo de caer en que la última vez que escribí en este blog fue cuando me mudaba a Birmingham. Algo pasará dentro de mí, que siento la necesidad de escribir cuando hay cambios a mi alrededor.
La etapa de Birmingham tampoco ha sido corta, más de un año, pero qué rápido y qué despacio a la vez pasa el tiempo. Si echo la mirada atrás, no puedo decir que no haya sido una buena experiencia. Por alguna razón, hay muchas ciudades que el común de los mortales tacha de feas o insípidas, pero que se han hecho un huequito dentro de mí, y sí, hablo de Mons, Mons versión inglesa o Loughborough, y ahora también Birmingham. Y además van así, en orden, de menor a mayor tamaño. Pero todo depende de la gente que te rodea en los sitios, no de los sitios en sí.
Para qué me voy a engañar, echo de menos las calles de Birmingham y lo fácil que era ir a los sitios, de aquí para allá. Echo de menos a algunas personas con las que llegué a congeniar, el ambiente que al final logré crear, con esa cena en el patio justo antes de marcharme. No echaré de menos a otros, no echaré de menos los autobuses o los atascos.
Pero all in all, guardo de Birmingham un buen recuerdo, y oír a los brummies siempre me sacará una sonrisa.
Pero, también necesitaba un cambio, necesitaba que algo cambiara porque parecía estar a la espera de algo: a la espera de irme del país, a la espera de echarme la mochila al hombro en dirección a Asia, o de recoger y volver a casita. Necesitaba saber qué iba a pasar, cuál iba a ser el siguiente paso. En cierto modo, sigo todavía averiguándolo. Pero al menos he puesto cartas en el asunto y decidido que seguir trabajando al teléfono, en un servicio técnico de forma repetitiva, ya no podía aportarme más. Además necesitaba un ambiente más positivo a mi alrededor.
Creo que en lo profesional, el paso que he dado ha sido acertado. Veo ya todas las posibilidades de aprendizaje que tengo, lo rápido que se me pasan los días, y que siento que hago lo correcto, no siento la frustración de no tener ni idea del campo en que trabajo, ni de de desear estar en otro sitio. Eso sí, como todo trabajo por cuenta ajena, tiene sus más y sus menos. Conozco el puesto, es una figura estresante y a veces un poco odiada la del gestor de proyectos de traducción.
Entre mis objetivos, ser espía traductora en una agencia, observar, aprender, dominar Trados y luego tender una emboscada al impulsar mi vida profesional. El sueño, ser autónoma. Comienzo el camino decidida, y poco a poco, paso a paso.
En lo personal, pido a London que se porte, que no me sea muy dura, pues ya empiezo de entrada con morriña y nostalgia, echando de menos demasiado. Como véis, todos los elementos de un nuevo comienzo.